lunes, 13 de julio de 2009

Pequeñas miradas III

MIGUEL

La estoy esperando. Tenemos una cita desde hace cuatro años y tres meses, en el mismo lugar de nuestro primer encuentro. María no estaba muy segura pero terminó aceptando, más por comprobar lo que iba a pasar con ella misma en estos años que por algo relacionado con los dos. Eso lo tuve claro desde ese momento, pero para mí fue una forma de asegurar algunas horas más para tenerla cerca.

MARÍA

Ese día acepté sin pensarlo mucho, creo que estaba imaginando una forma de comprobación, un corte en el tiempo para mirar hacia atrás. Miguel podría ser entonces como un espejo; las líneas de su rostro las de mi manos y las de los caminos. Llevo tres cafés, llegué temprano. Desde aquí son sólo dos calles. Faltan 10 minutos.


MIGUEL

La primera vez llegamos como dos extraños, aunque estábamos lejos de serlo. Nos observamos, estudiando los movimientos para saber cómo responderlos. La batalla estaba sucediendo desde hacía varios meses. Sus ojos inquisidores fueron bajando la guardia con los primeros acercamientos; los míos siempre estuvieron vulnerables. Ese siempre fue un motivo para salir derrotado desde el comienzo.


MARÍA

Miguel insistió casi desde el comienzo. Siempre fue demasiado evidente y eso fue lo primero que me hizo escapar; después fueron sus ideas políticas radicales. Aunque creo ahora que eso lo habría podido aceptar. En el reloj ya es tiempo, pero no estoy segura si para mí lo es. Él debe haber llegado ya; siempre va adelante de todo. Esa fue otra razón para no quedarme.


MIGUEL

No estoy seguro si va a venir a esta cita. Yo tengo un motivo claro para estar aquí, ella no, o por lo menos no el mismo mío. Yo quiero verla como lo quise hacer todos los días desde el primero. Mirarla desde lejos o desde cerca, imaginarla como una buena razón para casi cualquier cosa. Ella nunca dijo nada, ni siquiera que no. Yo tampoco dije nada.


MARÍA

Nunca le dije nada pero él siguió insistiendo. Tampoco él habló sobre lo que sentía; yo nunca quise que lo hiciera pero tampoco lo intentó. Su fervor por las causas sociales y por las acciones políticas no traspasaba el umbral de sus emociones. Allí permanecía escondido, en silencio, agazapado entre las sombras que construía para protegerse del mundo. Y ahora estoy a punto de volver a verlo. Nunca tuve total certeza de mi indiferencia y esta cita es una prueba de ello. Todavía lo veo hablándome con dificultad para proponérmelo. Todavía me veo diciendo ¿y por qué no?



5 comentarios:

Lena yau dijo...

Siempre queremos que nos hablen de sus sentmientos.

Aunque por fuera digamos que no.

Aunque por dentro prefiramos morir antes de que se nos note el deseo.

Belo texto, Jorge...

Más, más!

Beso gordo!

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Me encantó el cruce de percepciones, parece que ambos personajes quisieran lo mismo pero por caminos diferentes. En el texto queda tan claro el tema de la incomunicación. Siempre son engañosas las señales que da el otro, siempre nuestras palabras y acciones están lejos de nuestro pensamiento. En síntesis, la mayoría termina haciendo lo que puede y no lo que quiere de verdad.

aroma dijo...

ummmm...se empieza por un:..." y por qué no..."

es así, las historias más descabelladas, más sentidas, han empezado de este modo para mi....


doy fe...

Unknown dijo...

Muy buen texto amigo! nunca deja de sorprenderme, bellas contingencias...

Vergónides de Coock dijo...

La idea es buena, falta más unidad. Suerte.