martes, 21 de octubre de 2008

Subterránea

Las mujeres que no conocemos. Fotografía de José Luís Guerin


Bajó corriendo la escalera. Casi sin aire, casi sin palabras. Esperó con impaciencia la fila, siete personas, hombre de gafas y más de 80 kilos detrás del vidrio. El aire alrededor giraba despacio, el olor a metal oxidado era más fuerte que su perfume. Tenía una derrota anunciada por sus lágrimas de la mañana y las que ya se pronosticaban para la noche.

Tres en la fila, el hombre de gafas y de más de 80 kilos secaba las gotas de sudor que rodaban por su frente; una llegó casi hasta el ojo, gruesa y opaca. El sonido de los frenos del vagón saliendo del túnel se parecía, esa tarde, al sonido de sus piernas tratando de doblarse para caminar. Un paso detrás de otro. Un paso detrás de otro. Sus pies se levantaban del suelo con una lentitud como las de las hojas que caen entre alientos de otoño. Ella también estaba cayendo, justo en ese momento.

Un boleto por favor. Los 90 centavos exactos, la mano estirada con precaución y gracias. No pudo evitar la humedad pegajosa entre sus dedos ni el olor a viernes en la noche un rato antes de la lluvia ni las caras largas que terminó pisando sin darse cuenta. Bajó la segunda escalera, pasó el torniquete, se acomodó en la fila y caminó al mismo ritmo. El metro ya estaba estacionado, rugiendo en la selva, preparando la partida. Corrió para alcanzarlo. Un sobre arrugado y grueso cayó de su abrigo. Lo miró y se detuvo.


Primer camino

Respiró agotada, se devolvió por el sobre mientras veía correr los vagones entre los rieles y entre las nubes. Pasarían por lo menos 10 minutos para el próximo. Decidió salir, necesitaba comer algo y recordó que no había cocinado nada en la mañana. Pasó de vuelta por el torniquete –ahí iban los 90 centavos- y subió desde el centro de la tierra hasta la superficie.

Cruzó la calle, caminó algunos metros y se sentó en la zona de fumadores del café La Paz. Sacó la cajetilla, lo pensó, le dio vueltas, la alejó y la volvió a acercar. Mientras cedía como todos los días a la tentación, pensaba en que había sido una buena idea no irse en ese metro. Esa noche era mejor esperar hasta que estuviera dormido. No tenía ganas de hablar. Sacó la carta del sobre que había sido salvado del río de pies apurados y empezó a leer. No eran unas buenas palabras de despedida.

Encendió el cigarrillo y aspiró el humo; también su tristeza y la noche que no debía terminar. Lo aspiró a él completo, sin temores. Pidió un café y se miró en la ventana. Todavía no estaba vieja.

Al salir, tres cigarrillos y dos cafés más tarde, sintió que la noche era una historia sin palabras que se perdía entre su vientre. Respiró. Otra vez. Observó por un rato, giró, se devolvió en el tiempo. Después dio el primer paso. Cruzando la calle lo encontró. Venía mirando al suelo y la encontró de frente. En pocas palabras ese que aparecía, como una sombra, era el hombre a quien más había amado en la vida. En pocas palabras se acercó –8 años después- que bueno encontrarte en dónde estás viviendo me separé hace dos años y regresé a la ciudad.

Lo vio alejarse mientras guardaba en su bolsillo el pedazo de papel con su teléfono. Una sonrisa se asomó. Dio el paso a la otra orilla. Lo llamaría en la mañana.


Segundo camino

No quería esperar 10 minutos hasta el próximo metro. Podía volver a escribir la carta que estaba dentro del sobre. Así que dio la vuelta y subió apretada al vagón. Las miradas y los cuerpos atascados en el pasillo se repetían. En la mañana y en la tarde, de la misma manera con diferentes nombres. Uno detrás de otro, como en la fila, como en la vida.

Empezó a recordar lo que decía la carta. Había pasado toda la tarde tratando de armar el rompecabezas, pero las palabras no encajaban. Por eso era mejor volver a escribirla. O era mejor nunca haberla escrito. En ese momento yacía bajo el río de pies apurados, con frío y algunas arrugas de más. Próxima estación Avenida La Plata.

Algunas lágrimas delgadas cayeron en el borde de sus labios. Su lengua las llevó dentro de la boca. Él también estaba dentro de su boca y el sabor ya no era dulce. La carta era de despedida, era de lugares comunes y de silencios incómodos. Era, en pocas palabras, el registro de su tristeza. Próxima estación Pichincha.

Las puertas se abrían para expulsar, para tragar, para devolverlos a las cavernas. Sus ojos estaban atados a una huella en el vidrio, a la oscuridad, a los gritos de los frenos y de algunos niños sentados en la última banca del vagón. Él ya estaría en casa, todavía esperando, con el periódico sobre las piernas y el cigarrillo entre los labios. Nunca le había insinuado nada antes, ni siquiera la había visto llorar. Esa noche sería la primera vez que la escucharía hablando de la rutina y de las noches tristes; de la agonía y de las ganas de salir corriendo. Próxima estación Independencia.

Se abrió paso entre la gente, con los brazos que remaban camino a la salida. Se detuvo algunos segundos, tal vez un minuto. Respiró y empezó a subir la escalera. Se sentía valiente. Afuera el aire la atacó sin permiso, trató de enviarla de regreso al centro de la tierra. Un hombre se acercó por detrás y le pidió su cartera, su abrigo y las pocas monedas que tenía en el bolsillo. Después corrió con las manos llenas y el rastro de sangre en su cuchillo.

20 comentarios:

Celina Bigdance dijo...

La última línea se quedó con mi aliento y las manos me tiemblan... no sé qué decir.

He creado los caminos en mi cabeza con tus hilos, me he adentrado, mi cabello huele a cigarro y mis manos a metal oxidado, sentí una gota caliente en mi mejílla izquiera y ahora creo que estoy desangrandome...

Me has llevado ahí, a ella, a sus adentros, he podido ver a esos hombres y lo peor (o lo mejor) he sentido su dolor, su miedo.

Estos caminos me han encantado. Son los que me hacen quedarme... volver.

Excelente historia, Jorge. Como siempre.

Besos Enormes :)

Te Quiero.

BEATRIZ dijo...

Jorge,

Historias sin palabras que se bifurcan y nos evaden de otras historias silenciosas. Cualquiera que sea el camino a tomar, se respira pensando en alguna otra posibilidad, en lo que hubiera sido de haber tomado un camino distinto. Y asi, como Las Mil y Una noches.

Me parece genial ofrecer posibilidades al lector. Te felicito.

Un saludo hasta Bogota.

Alejandra dijo...

Me encantan y no estas historias en las que yo puedo elegir el camino. Las vivo y las revivo lentamente con sus olores, con sus colores, con sus tristezas y sus alegrias. Me llevas de la mano hasta encontrar el punto el que yo tengo que soltarme y eligir el camino. Me sigues dejando en un mini laberinto. Creo que esta vez no quiero elegir el camino, solo pensar que el destino de dos mujeres diferentes se decidio en un par de minutos.
Besooooo enorme, como siempre.

vulcano dijo...

Wuao, caminos donde hay que escoger. Me quedé en la Estación Independencia pero le clavé las uñas al ladrón y luego abracé al infeliz que me esperaba en casa y le entregué un boleto para el metro: Solo de ida.

Me encantó como siempre,

besos,

Vulcano.

soleil dijo...

Vaya! me encanta poder elgir el camino... sobre todo sabiendo que hay en el otro... quiza seria mas facil si supieramos las consecuencias de cada camino...entonces nos seria mas facil elegir, aunque... muchas evces las sabemos, pero igual las elegimos...

buenisimos escritos! como siempre ^^

Alejandra dijo...

=)
=)
=)
=)
=)
:)
:)
:)

Fionna dijo...

La vida está llena de caminos, a fortunadamente la mayoria de las veces no sabemos si acertamos o no en la elección.
Gracias por recordarme que cada decisión, por tonta que parezca....cuenta.
Un beso.

PIZARR dijo...

Paradojas del destino. Decías en mi blog que necesitabas justo esas letras en ese momento y suspirabas al leerlas.

Ahora soy yo la que suspira con las tuyas porque me encuentro precisamente en uno de esos momentos de elección de caminos.

Momento de mirar al otro lado de la puerta, de mirarse al espejo, de encontrarse de alguna manera.

Por cierto... me alegra infinito que estes encontrándote de nuevo con las letras ( como tú dices )

Como siempre un placer leerte Jorge.

AFRICA dijo...

Jorge hoy después de comer leí tu relato que me hizo pensar en lo mucho que puede cambiar una vida por una decisión tan sencilla como la de la protagonista de tus historias. No tenía tiempo para escribirte, tenía que hacer unos recados; recoger una chaqueta en una tienda, ir a la biblioteca y alguna cosa mas, todo ello con un poco de prisa porque había quedado a las seis. Cuando llegué a la tienda estaba cerrada eran las 4:53 y no habrían hasta las cinco, no sabía si esperar o acercarme a la biblioteca y volver luego. Al final decidí ir a la biblioteca, de camino pasé debajo de un andamio y en ese momento (de verdad, no es invención) , me acordé de tu relato y empecé a pensar y si me pasa como a la protagonista de la historia de Jorge, mira que si se me cae el andamio encima por no haber esperado. Si me hubiese quedado cerca de la tienda ¿que habría sucedido?. Se que estoy soltándote un poco de rollo(para ser sincera mucho rollo) pero quería que supieses que estas historias van mas allá del momento de la lectura y eso creo que significa mucho.

Un beso

Verónica E. Díaz M. dijo...

uhhhh... cuando algo "inesperado" me saca de mi planificación del día suelo consolarme con la imposibilidad de mayor tragedia...

Un abrazo y muchas sonrisas :-)

Anónimo dijo...

la vida nos sorprende y allí estamos para ser responsables de ese instante en que decidimos por una senda que bien podría ser otra.
Gracias por las opciones.
te dejé una mención en mis diapositivas de agradecimiento, pasa y míralas en la carátula de snoopy.
Besos

Jorge Arce dijo...

Celina: tú también estás entre las historias y entre las desiciones que debes tomar... y que ya tomaste. Los riesgos y los pasos firmes fortalecen, así no sean fáciles. Te quiero.

Paradoxia: gracias. Cuando tomas una desición siempre dejas algo, nunca sabes como habría sido realmente, Un abrazo.

Alejandra: a veces no es necesario pensar, a veces no es necesario abrir los ojos. A veces es necesario ser. Muchas gracias por tus sonrisas, eso fue muy bonito. Un abrazo muyyy grande.

Vulcano: siempre tenemos la opción de elegir, aunque la mayoría del tiempo no somos conscientes de ello. Que bueno que construiste tu propia alternativa.

Solei: tienes razón, muchas veces elegimos sabiendo las consecuencias; pero de eso se trata, de asumir el riesgo y vivir. Un beso.

Fionna: si, cada desición cuenta. Cada acción, cada instante, cada palabra y cada silencio.

Pizarr: para mi es un placer tenerte por aquí. Me gusta la conexión. Mira de frente al espejo, respira profundo y elije. Un abrazo.

Africa: gracias por compartir tus escenas hoy. No me parece mucho rollo, puede ser poco. Me emociona mucho lo que escribes; por supuesto que me ha pasado, pero que algo que yo escribí te lleve a eso me suena y se siente bonito y emocionante. Un beso.

Verónika: puede pensarse que siempre puede haber algo peor, pero también siempre puede haber algo mejor, para allá tenemos que mirar. Me sirven muchos las sonrisas, yo envio otras para ti.

Paola: asumimos la responsabilidad y el riesgo, asumimos la vida como la armamos. Un abrazo.

Patricia Angulo dijo...

Qué geniales los dos relatos, los dos caminos, los dos traían sangre, uno corriendo por las venas y otro derramándose, pero en ambos la vida latía con fuerza.

¿Qué camino tomar?

Estoy muy confusa hoy como para elegir alguno, me he quedado sumergida en el ambiente extraordinario de tu relato, estoy bajo la tierra, con ese bullicio imposible de los subtes, con la tristeza pegada en los ojos y con una carta en mi bolsillo.

Una maravilla mas.

Besos

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

La primera historia es la de la esperanza realizada. Demasiado feliz para la vida, solo posible en la literatura.

La segunda, me interesó más. De todos modos, cuando la iba leyendo pensé que tu personaje, en la puerta de su casa iba a romper la carta en infinitos fragmentos al tiempo que maquinaba una excusa idiota pero efectiva para convencer a su marido acerca de su tardanza. La aparición del ladrón fue un verdadero giro de timón. Sospecho igual que sin su irrupción, ese sobre nunca hubiera llegado al destinatario. Comparto muchos rasgos con esta mujer y te diré que es casi imposible reunir la valentía de un héroe antiguo en un día. El trabajo del miedo roe durante años las estructuras de la fuerza. La inseguridad ha paralizado en mi vida "presentes" que podrían haber sido únicos.
Como siempre, relatos que siento con los cinco sentidos. La descripción del metro, al comienzo, es agobiante: olores, calor, gente molesta... ¡me hacés estar ahí!
Un abrazo.

Verònica dijo...

Hola Jorge, como siempre es un verdadero placer encontrarme con tus relatos. Destaco de èste esas comparaciones tan sutiles y tan sentidas para mi, entre lo que podemos sentir los seres humanos y lo que sucede con las "màquinas" que nos transportan, con el cemento que pisamos, con los trenes que tomamos, sus frenadas, cual gritos... hay realmente partes que me han impactado asi como el final donde parece que a esta mujer le quitan todo, todo lo que tiene, no solo fuera sino dentro.. tan viva y vacia a la vez. Me encantò la manera en la que hablaste de sus piernas, de su andar, sus movimientos... tan.. (no encuentro la palabra adecuada) pero tan transmitido... Muchas gracias, salgo de trabajar y palabras como las tuyas son las que al fin.. logran sacarme de la rutina que se me esta haciendo dificil. Un beso grande. Vero.

Anónimo dijo...

Amigo, y sin dudar le digo, el primer camino, aunque no puedo dejar de conmoverme con sus escritos,
abrazo uniko!
La U.

FlOpaZ dijo...

El ultimo juego de palabras de este escrito provoco un escalofrio en mi espalda.
La vida se llena de caminos segunos las acciones, decisiones y hechos que realizamos lo cambiaran.
Tienes un podes para escribir que siempre me quedo sin decir cuando te leo.

Beso, nos estamos leyendo.

karina Androvich dijo...

Hola Jorge!

Muy buenos los textos!

Veo que se repite el elemento carta y corte y la multiplicicidad de caminos a elegir.

Lo que más me gustó es la atmósfera del subte, lo subterráneo, el relato que va por dentro.

Un abrazo!

Karina

MAR dijo...

Este relato me ha gustado mucho debido a que en la vida uno a veces debe decidir entre tantos caminos y muchas veces se pregunta qué hubiese pasado conmigo si en vez de esta decisión hubiese tomado la otra.
Las descripciones riquísimas y el final, delirante.
Besos de Casiopea

Jorge Arce dijo...

Pato: en medio del bullicio es mejor no decidir. Los caminos están ahí y esperan por ti, pero no hay afán ahora. Un beso.

María Castaña: me gusta que los sientas así, con los cinco sentidos. esa es la idea. Y ahí están las múltiples posibilidades de la vida.

Verónica: que bonito lo que dices, gracias. Te acompaño, en tu vida y en la mia, en la lucha contra esa rutina que nos ocasiona los movimientos mecánicos y ruidosos. Un abrazo.

Unika: a mi me conmueve tu cercanía y tus abrazos unikos.

Floper: ese es el juego, vivir, tomas riesgos, movernos un poco (o muhco) y seguir caminando. Un beso.

Karina: vamos a tener que descifrar lo que dice la carta, todas las cartas. Seguramente hablan de ese relato interno. Un abrazo Karina.

Casiopea: siempre nos quedaremos con la duda, sin saber de las otras posibilidades. Un beso para ti.