sábado, 28 de enero de 2012

Retazos II

Agua cálida. Alejandro Obregón


“Y ahora que estoy frente a ti parecemos, ya ves, dos extraños...” *

En el parque Ella está en la fuente, sentada, con los pies tocando el agua. Sus manos se mueven como alas cansadas y su cabeza estaba enterrada junto a la historia que le hubiera gustado contar.

En el parque Él está del otro lado de la fuente, mirando hacia la calle, con los pies marchitos y los ojos como una delgada línea temerosa que no se atreve a dar un vistazo.

En el parque suena un tango.

“Angustia de saber muertas ya la ilusión y la fe... Perdón si me ves lagrimear...¡Los recuerdos me han hecho mal!”.

Para Ella un beso muy pequeño en el borde de la cabeza, una escalera delgada mirando a su ventana, y es mejor que me vaya y adiós.

Para Él, con una café en la mitad de la garganta, una larga explicación y una lánguida mirada borrosa que es ahora su único recuerdo.

“Palideció la luz del sol al escucharte fríamente conversar... Fue tan distinto nuestro amor y duele comprobar que todo, todo terminó...”.

Ella pedalea dentro del agua y no avanza. Sus pies no son suyos y el agua es un espejo turbio que no le muestra nada. Quiere irse, dormir bajo el sol, amanecer.

A Él le duele la espalda, le pesa la mirada y todo lo que quedó pendiente. Quiere levantarse y volar pero el aire es escaso y prefiere usarlo para respirar.

"Son mil fantasmas, al volver burlándose de mí, las horas de ese muerto ayer...

Ella ve la espalda de un hombre sentado. Recuerda. Añora. Respira por costumbre y salta al agua profunda de la fuente. Él se levanta despacio, oye el ruido del agua e intenta recordar las instrucciones para caminar.

*Fragmentos del tango "Cómo dos extraños"

domingo, 22 de enero de 2012

Sigue esperando, sentada en una silla de madera mordida por la lluvia y por los años y por los recuerdos, en un paisaje escondido de las miradas y de los pasajeros que deambulan sin conocer la dirección; sólo siguen las huellas trazadas por las generaciones y por los mitos.

Es una mujer con las líneas amarillas y las manos cansadas, detenida en un espejo que se cansó de sonreír. Esa tarde tiene 47 años y una caja rota sobre sus piernas. Sabe que nadie va a llegar y también hace frío.


lunes, 21 de marzo de 2011

Observatorios II

Susana salió esta mañana

Se hizo pequeña y se deslizó entre las rejas de la ventana

Eran las 5 y el sol apenas era un remedo de luz que sabía a naranja y a cafe tibio

En el cuaderno que estaba debajo de su almohada escribió:

Ya regreso. Voy a robarle algunos minutos al niño de los periódicos. Él tiene de sobra... a mi ya se me acabaron.

jueves, 10 de marzo de 2011

Observatorios

Oiseau Destructeur. Joan Miró
Susana se despierta cada mañana entre el rompecabezas de vidrio y los rituales que la salvan de su memoria. Sus ojos son observatorios amarillos para mirar el universo y el patio y las otras ventanas abiertas. Observatorios de corto alcance y de lugares comunes. Después de las 10 entran los dragones que escupen las palabras; ella las guarda debajo de la lengua para que nadie las encuentre.

Susana tiene 22 años, un cuaderno para contar historias y una navaja debajo de la almohada.

domingo, 27 de febrero de 2011

Los pies de Susana tienen grietas y goteras.

Hasta ellos caen sus lágrimas cuando no las guarda en los cuencos recién labrados de sus manos.

Esa mañana tiene frío. En el espejo no existe y ya no recuerda de dónde viene ni cuál es su nombre.

Está pensado en él y apenas son las 7. Debajo de las sábanas se esconden las palabras que nunca dijo. Que nunca dijo. Que nunca dije.

Por la ventana entran los rumores de derrotas interminables

y las miradas que yacen en el centro de su universo

y las fronteras de su rutina y de sus repertorios

y ese ligero olor a pavimento mojado.

lunes, 21 de febrero de 2011

Casi febrero 22

Regreso hoy que tengo mi camino claro. La densa incertidumbre se desvanece mientras abandono el puerto y abro las alas. Esos lánguidos muros caen sin prisa pero con certeza. Esas lúgubres madrugadas han dejado de hacer ruido; ya no escucho más que el silencio adentro.
Mi cabeza, esa loca de la casa, ha cesado su retahila de lugares comunes y de torpezas. No se va a ir de todos modos pero se cuál es su lugar. Hoy estoy más cerca a lo que soy; no puedo perder lo que ya he conquistado. No puedo ignorar los regalos del universo que fluyen delicadamente hacia mis manos.
En el aire se deslizan las voces y las mariposas que se posan sobre el horizonte como hadas dulces y peregrinas. Cuando me miran se que ya estoy en casa.

lunes, 28 de junio de 2010

El regreso...

El terminal del centro de la ciudad era una construcción pequeña y vieja, con una alta torre en la que reposaba un reloj que había dejado de funcionar muchos años atrás. El desgaste de los muros combinaba con su aspecto amarillento y triste. Era un edificio que había perdido su imponencia y sólo se limitaba a cumplir con una rutina automática y repetida. Las taquillas, los pasajeros, los negocios, el olor a comida del día anterior, Julia entrando a las 5:20 de la mañana de un viernes.



Desde la entrada se veían las filas de personas desprendiéndose en espirales, en líneas rectas y curvas, como la cola de una cometa que no tiene suficiente aire para volar. Detrás había desayunos, café recalentado, café fresco, carrera de maletas (la amarilla con listones rojos iba en primer lugar), máquinas para forrar las maletas, hombres para operar las máquinas de forrar las maletas, mujeres con niños, mujeres sin niños, niños sin mujeres, parejas con la esperanza de encontrarse o de perderse, familias amarradas y familias libres (no muchas), voceadores de periódicos, de empresas de transporte y anunciantes del fin del mundo, mujeres lavando el suelo, hombres lavando zapatos, mujeres y hombres lavando las culpas, puestos de dulces y de cigarrillos y de recuerdos para pensar en ti, pies caminando, pies bailando, pies ansiosos, pies de colores y en blanco y negro.



Julia ubicó la fila a la que debía colgarse, como en una procesión. Caminó hacia ella con la mirada pegada al vidrio y al hombre de gafas grandes, verdes y amarillas que repartía los tiquetes. Sus manos se estiraban como enredaderas buscando camino en un jardín sin luz. Era tarde y sabía que ya no iba a alcanzar al de las 5:30.

martes, 6 de abril de 2010

De regreso

Casi dos meses han pasado desde mi última entrada. Dos meses en lo que mi vida empezó a moverse por caminos conocidos y queridos. Dos meses en que también el tiempo fue corto y estrecho. Dos meses en los que extrañe estar aquí, reconocerlos en las palabras y en los rincones.

Ahora estoy de vuelta, poco a poco, sin prisa y con amor. Estoy de regreso para hablarles de mi y para escucharlos. Para encontrarme entre las breves historias y en las largas memorias.