Estoy de regreso. Despacio, intentando desamarrar los nudos que se han atado durante este tiempo. Y aún siguen aquí. Pero creo que atraparlos (o liberarlos) entre las palabras es un camino que casi siempre funciona. Además me hace falta escribir, es una inevitable necesidad que respiro sin remedio.

Durante estos días en los que no he escrito, ni aquí ni en ningún lugar, he andando y desandado muchas veces las historias que se han tejido (las que he tejido y las que han llegado por sorpresa) y me encuentro siempre con algunas certezas precisas y aplastantes que se mantienen a pesar del caos y las preguntas que rondan entre las sombras. Tenerlas es algo así como lo que me salva de los espejos que me amenaza cuando me asomo por los rincones.

Aún así, este recorrido no deja de ser por momentos muy difícil y aquí es donde se hace absolutamente indispensable que los sentimientos y las ideas no se agarren de la piel ni se escondan entre las rendijas del corazón; por el contrario, lo que necesito es encontrar el camino preciso para la liberación, el camino para sacar con cuidado lo que me sobra, lo que me contamina y me lleva a repetir una y otra vez las escenas que me dejan de nuevo en el comienzo de todo; ahí también me acompaña esa sensación de incertidumbre, de ansiedad con un poco de dolor atravesada en el estómago.

La clave será siempre cerrar el círculo, las emociones que andan por ahí sin direccción. La pregunta muchas veces será cómo.