Al abrir los ojos lo había olvidado. Una sombra alcanzó a escurrirse por debajo de la puerta. Siempre iba detrás, esperando, aguardando, vigilando. El olor a tabaco todavía rondaba entre los hilos de aire. Su respiración profunda y sosegada no acabó nunca de acostumbrarse. Así como nunca se acostumbró del todo a verlo frente a ella todas las mañanas, como un espejo del que no tenía escapatoria. Y en él, un reflejo guardado para toda la vida, una mujer vieja y ansiosa esperando un milagro: ser feliz.
Definitivamente lo había olvidado. No porque no recordara los tres años juntos; o la primera vez que lo vio en la clase de baile; o las cartas puestas con delicadeza debajo del tapete de la entrada; o las miradas a pesar de los invitados a las comidas en casa de su hermana; o la primera vez que se dio cuenta que ya no era indispensable. Ese día empezó a olvidarlo.
Lo primero que sucede cuando se empieza a olvidar a alguien a quién se le ha jurado que nunca va a ser olvidado es el cambio, casi imperceptible, en la forma de respirar. El tiempo que tarda el aire desde que entra hasta que sale es cada vez menor, ya no hay ningún paisaje para contemplar; la vida se hace angosta y apretada. Después cambia la forma de mirar, los olores se mudan y las manos se vuelven ermitañas por elección, se esconden entre los bolsillos o alucinan.
Ahora se preguntaba si no había empezado a olvidarlo desde el primer día. Después de todo, la idea de confirmar la derrota antes de la batalla siempre daba buenos resultados. La profecía y la rendición al mismo tiempo. Él empezando a vivir, ella muerta desde el comienzo.
Definitivamente lo había olvidado. No porque no recordara los tres años juntos; o la primera vez que lo vio en la clase de baile; o las cartas puestas con delicadeza debajo del tapete de la entrada; o las miradas a pesar de los invitados a las comidas en casa de su hermana; o la primera vez que se dio cuenta que ya no era indispensable. Ese día empezó a olvidarlo.
Lo primero que sucede cuando se empieza a olvidar a alguien a quién se le ha jurado que nunca va a ser olvidado es el cambio, casi imperceptible, en la forma de respirar. El tiempo que tarda el aire desde que entra hasta que sale es cada vez menor, ya no hay ningún paisaje para contemplar; la vida se hace angosta y apretada. Después cambia la forma de mirar, los olores se mudan y las manos se vuelven ermitañas por elección, se esconden entre los bolsillos o alucinan.
Ahora se preguntaba si no había empezado a olvidarlo desde el primer día. Después de todo, la idea de confirmar la derrota antes de la batalla siempre daba buenos resultados. La profecía y la rendición al mismo tiempo. Él empezando a vivir, ella muerta desde el comienzo.
7 comentarios:
Sabes qué fue lo que más me gustó de tu texto? El ritmo que llevas, lo leí en voz baja, luego en voz alta... le encontré cosas, no sé... me gustó mucho
besos
Sandra: !que bueno que te gustó!muchas gracias por tu comentario. Un abrazo
Tienes razon, las respiraciones ya no se entrecortan, ya no se queda el aire en el pecho.
Los suspiros desaparecen, es que ya se hace dificil flotar.
Pasando por aqui, me quedo y te sigo leyendo.
Saludos desde Caracas
Cinzia
"una mujer vieja y ansiosa esperando un milagro: ser feliz.
-reseño estas palabras porque son dolientes.
"
Lo primero que sucede cuando se empieza a olvidar a alguien a quién se le ha jurado que nunca va a ser olvidado es el cambio, casi imperceptible, en la forma de respirar."
- Y estas otras, Jorge, porque es muy cierto, con la respiración se dice todo.
Un texto ameno, tirando a existencialista y bien narrado.
Me gusta.
(Te dejé respuesta a tu coment. en mi sitio, ví q por aquí así lo hacíais y me gusto).
Un abrazo, y sigue escribiendo.
Qué lindo final.
Jorge, ¿Cómo vas?, pasé a saludarte y a leerte de nuevo.
Un saludo.
CR: bienvenida!! un abrazo
Mori: que lindo comentario, gracias
Arena: que bueno seguirte viendo por aqui. He estado un poco alejado del blog. Hoy volví. Un abrazo
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