Estoy pensando en los, algunas veces difíciles, espacios para la escritura. No tanto los físicos o temporales. Me refiero a los espacios internos que se entrecruzan para llevarnos por el camino de las letras. Me refiero a esas circunstancias que se acomodan (o desacomodan) a nuestro paso para conducirnos por desvíos, tendernos puentes, enfrentarnos con los espejos, o introducirnos en laberintos.
Lo pienso ahora porque estoy tratando de retomar este camino que siempre me persigue y me acompaña, que no deja de parecerme la opción de mi vida pero que también se convierte a veces en una mirada severa que me cuestiona y se aleja.
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